Música nocturna
Título original: Música nocturna
Duración: 83 minutos
Clasificación: Apta para todo público
Género: Drama
Estreno: 15.11.2007
Actor: Enrique Piñeyro, Horacio Acosta y Silvia Arazi
Director: Rafael Filippelli
Silvia y Federico son un matrimonio de mediana edad. Ella es escritora de teatro y está punto de estrenar una obra. Él trabaja en la escritura de un libro sobre música que siempre retrasa y no logra terminar. La aparición de Sergio, un viejo amigo de ambos, que viene de visita a Buenos Aires, complicará la situación de la pareja.
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Nuestra opinión: excelente
Elegante, distinguida, parsimoniosa, lacónica, de métrica exacta, de una simpleza y una riqueza que van más allá de lo que se ve o se dice, como una excelente composición musical, donde cada nota tiene una razón más que suficiente como para sonar y emocionar. Así es Música nocturna . Es la historia de un hombre y de una mujer intelectuales, burgueses, cincuentones a la deriva, inseguros, víctimas del aburrimiento de sus éxitos o frustraciones. Es que el fuego que alguna vez los unió está por apagarse definitivamente.
Así de justa y de trágica, a fin de cuentas, es esta música propuesta por Rafael Filippelli, un cineasta que se toma su tiempo para reiniciar, una y otra vez, el arte del cine, ese del que tantos logran aplausos aun siendo huecos, del que tantos se llenan la boca, la mayoría de las veces sin decir nada.
Se trata de nada más que cuatro escenas clave, nocturnas, de la historia de Federico (un preciso trabajo de Enrique Piñeyro), autor de artículos para diarios y revistas, aspirante a escritor de una obra importante, que duda acerca de su futuro, caracterizado por sus respuestas cortas y cínicas. También la de su esposa, Silvia (Silvia Arazi, que acierta al transmitir pasión con una efectiva máscara de frialdad), como él, egresada hace mucho de Filosofía y Letras. Ella tiene un lugar asegurado en ese mundo intelectual: está en vísperas de estrenar como autora una pieza teatral y ha recibido una propuesta para emprender un nuevo camino como docente en los Estados Unidos.
Federico descansa en un sillón de su casa con un vaso de whisky siempre a mano o mira por la ventana, donde se vislumbra una Buenos Aires susurrante. Se comprueba en el recorte urbano del cineasta un singular amor por su vieja arquitectura -el Bajo porteño-, por sus amaneceres y sus crepúsculos, maravillosamente fotografiados por Fernando Lockett.
















2 comentarios:
No coincido con las críticas a esta película, me parece un guión flojísimo y hasta ausente, un par de actores que nadie se tomó el trabajo de marcarlos y quedaron tan a la deriva como este insólito filme. Lo único maravilloso: la fotografía.
“Música nocturna”.
Sólo instantes; cíclicos; conflictivos; artificiales; puros; impostados; arduos y tenues. Ambos personajes protagónicos sostienen la misma angustia de compartir el espacio de sus vidas; pensando; sintiendo; soslayando; arremetiendo o manteniéndose estáticos en lo que nunca fueron, son, ni serán. Federico, (Enrique Piñeyro), gira en torno a un irónico laberinto de letras y frases que a nada conllevan; mientras Silvia, (Silvia Arazi), a pesar de haber concluido su obra de teatro, (amorfa, opaca y sin sentido), también transita idénticos pesares. Por un lado, lo no acabado del escritor brilla como una obra de arte en sí misma, compitiendo con lo realizado pero sin trascendencia de su mujer. Entonces el temor a la soledad y a la vez al abandono vuelve a habitarlos como un único momento de mutua comunión; aunque, hartos; expuestos; indecisos; soslayados; indefensos; nadando en una marea de pujas conscientes; inconscientes; leves; intempestuosas y profundas, que invaden lo más precario de su ser.
La voz en off del actor, subyuga reflexiva; nos envuelve junto a esas largas caminatas; amaneceres y ocasos porteños, a la par de los “errores musicales” que hacen que Schubert se extralimite dentro y fuera de la pantalla, mientras un mismo sentimiento de culpa somete a Federico al lodo del menosprecio en el que él eligió estar, aferrado así a una especie de metáfora agónica y monótona, casi infinita... (diálogo en la barra de un bar junto al guionista jubilado (Atilio Polverini, el director)
Afuera, los coches, las luces y los transeúntes reviven el malestar de una ciudad dormida. En la penumbra, la silueta de Federico aguarda sigiloso detrás de una ventana lo que tal vez nunca ha de llegar, y que imagino tampoco le importa en demasía...
Enrique, un placer a los sentidos, Ana Cecilia del Río. anaopera@yahoo.com.ar
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